


Como yo lo siento más allá de mi silencio


“El amor no muere, lo matan"
Mis amigos me preguntan cómo fue que dejé de amarte tan rápido, cómo pude arrancarte de mi corazón si juraba que eras mi vida, cómo logré silenciar tu nombre en mis labios como si nunca hubieras existido. Y mi respuesta es simple, aunque duela: El amor no muere por sí solo, lo matan. Lo matan las mentiras disfrazadas de promesas, lo matan las palabras vacías que alguna vez creí sinceras, lo mata la traición que llega como un puñal, directo al alma, sin previo aviso, sin piedad. El amor no se desvanece por la distancia ni por el tiempo, pero sí se pudre cuando descubres que la persona que amabas no era quien creías. Se quiebran los recuerdos más hermosos, se ensucian los momentos que antes parecían eternos. El amor no desaparece por los errores, pero sí por la falta de arrepentimiento. No se apaga con las dificultades, pero sí con la indiferencia que sigue al daño. El amor que alguna vez me hizo sentir invencible, se transformó en algo que no reconocí: dolor, decepción, desprecio. Porque cuando alguien te traiciona, no solo hiere tu corazón, hiere tu confianza en el mundo, en el amor, en ti mismo. El amor puede sobrevivir a la pobreza, a la enfermedad, incluso a la muerte. Pero no sobrevive a la falsedad, a las mentiras que se acumulan como veneno, a la desconfianza que se instala en cada mirada, a la decepción que te rompe desde adentro. El amor no muere porque sí, lo matan las acciones de quien prometió cuidarlo. Y cuando eso sucede, no queda más que recoger los pedazos, soltar lo que alguna vez fue hermoso y aprender a amarte a ti mismo de nuevo. Porque al final, el amor más importante es el que no traiciona: el amor propio.